Los aprendices de brujo*

Juan Laguna
Por
— P U B L I C I D A D —

«La prudencia, al menos, aconseja no intentar enmendarle la plana a la Naturaleza, creyéndonos más sabios que ella»

A. Diéguez: Transhumanismo

Uno de los aspectos más importantes de los retos que el futuro nos depara, son las distintas corrientes de lo que se conoce como “transhumanismo” o supuesta mejora de la especie humana por medio de la biotecnología o biología sintética, entendiendo que los millones de años transcurridos en la evolución humana sólo han deparado unos individuos manifiestamente mejorables, no sólo en sus cualidades físicas o intelectuales, sino también en las morales.

Es más, ese “mejoramiento” podría conducir en unos pocos años a la inmortalidad, bien por la progresiva sustitución de los elementos orgánicos de nuestro cuerpo por otros mecánicos o bioeléctricos de carácter genético, que impidieran el progresivo deterioro celular y molecular que llevan a enfermedades y al envejecimiento. Visto así, parece que la sustitución de los débiles humanos por sus fuertes “dobles” artificiales podría ser una ventaja que no debería desaprovecharse, pero…

Pero ocurre que todas las teorías que defienden esta cuestión, se basan en tópicos y estereotipos como considerar incluso el papel de los “padres” en la búsqueda de hijos “mejores” y el papel de éstos en una organización social semejante a la que se viene repitiendo desde la Prehistoria hasta nuestros días con la familia tradicional o a lo que llaman “prótesis culturales” como la escritura, la ciencia, el arte o el derecho, entendiendo que todas las conquistas de la civilización, han sido sólo “técnicas o tecnologías de mejoramiento” John Harris, 2007).

“No intentar mejorarnos, sería en muchos casos faltar a un deber moral, pues si unos padres no buscaran ese mejoramiento para sus hijos, los dejaría en desventaja comparativa y les causaría un perjuicio objetivo” (al final el competir para la supervivencia de siempre).Es el principio de “beneficencia procreativa” defendido por varios autores, volviendo a esquemas simplones de reproducción de la especie, mezclados con la posibilidad de que ésta no exista porque… ¿para qué limitarse a “mejorar” humanos si el interés es la existencia por medios biotecnológicos de “mejores” inhumanos? Cuando se pierde el “coco” se plantean confusiones básicas. Una cosa es la aplicación de prótesis artificiales para sustituir puntualmente a órganos perdidos en su funcionalidad y otra muy distinta pretender sustituir al individuo con “modelos” predeterminados ¿por quién?

Porque en eso radica la pretenciosa “mejora”: individuos más fuertes con fisiologías controladas artificialmente, sin fecha de caducidad, más inteligentes, más éticos y morales (volvemos a la tradición histórica), capaces de resolver los problemas más complejos de la vida pero también todas las actividades “domésticas” (o quizás puedan vivir al aire libre sin oxidarse), de alimentación (quizás sólo necesiten engrasar las articulaciones de vez en cuando) y de reproducción en fábricas/laboratorio. Todo ello sobre un arquetipo diseñado o programado convenientemente.

Lo más grave de todo ello es que se está llevando a cabo desde esos mundos nebulosos de la IA, en lugares sujetos a la opacidad más absoluta y con resultados o consecuencias desconocidas para los que pagamos la “fiesta cibernética” de unos cuantos a través de los impuestos. Todo ello no es simple ciencia-ficción, sino proyectos específicos desarrollados bien en sedes institucionales, bien en sedes corporativas o en la mezcla de ambas. Todavía estoy esperando una respuesta sobre el papel de todo este mundillo en los problemas reales de la gente como las pandemias o las catástrofes naturales.

En todo ello se siguen los esquemas darwinianos de la selección de los más aptos, aunque no sepamos a qué aptitud se refieren. Nuestros códigos genéticos (como los del resto de seres vivos) establecen desde hace millones de años lo que llamamos “biodiversidad” como muestra de la enorme riqueza y el equilibrio que la Naturaleza muestra, hasta el punto de no haber dos seres exactamente iguales por mucho que externamente lo parezcan. Pues bien, las teorías del “transhumanismo” (transición), del “posthumanismo” (eliminación de lo humano), de la biotecnología incluso, nos llevan indefectiblemente a una uniformidad robótica o cibernética inhumana, diseñada a mayor gloria y beneficio de quienes “juegan” a ser dioses, mientras son simples aprendices de brujo.

El problema es que se nos muestra todo esto como inevitable, dejándonos impotentes ante quienes juegan con nosotros, ante quienes han llevado su diseño distópico y cruel fuera de la fantasía, para hacerlo realidad. Unas sociedades anestesiadas previamente con la pérdida de principios y valores, sólo sujetas a los artefactos/juguetes que cada uno contempla con veneración entre sus manos, incapaces de responder por sí mismas a situaciones reales, estancadas en el nicho biológico de la pasividad (obedecer para ser felices) y de la ignorancia, serán (ya lo están siendo) los cobayas de laboratorio a todos los efectos. Todo sea por ese mundo mejor que prometen, pero no pueden cumplir las “agendas” institucionales como la 2030.

“El mejoramiento moral se volverá necesario, si queremos usar para el bien el enorme poder que la tecnociencia ha puesto en nuestras manos” (Diéguez).

Con esto llegamos al “quid” de la cuestión. ¿De qué moral hablamos? Si precisamente son los elementos espirituales aún desconocidos que llamamos “alma” quienes nos identifican como una especie única, ¿dónde colocamos ese supuesto mejoramiento moral? No será entre la chatarra cibernética prometida. Tampoco parece estar en los autores intelectuales y materiales de proyectos cuyas consecuencias desconocen donde, el talento que procede del alma no puede ni debe prostituirse al servicio de unas intenciones poco claras, ya que violaría la naturaleza humana “que se considera sustento de nuestra dignidad como personas o de nuestra existencia como seres morales. Socavaría, entre otras cosas, el sentimiento de responsabilidad ante nuestras acciones…” (Diéguez). No habríamos “mejorado”, sino que habríamos perdido nuestras señas humanas de identidad.


 (*) “El aprendiz de brujo es una composición musical de Paul Dukas (1897) basada en la obra de Goethe. En su versión cinematográfica (Fantasía, de Walt Disney, 1940), el personaje de Micky Mouse es el ayudante del mago o brujo que se atreve a experimentar el poder del mismo con fatales consecuencias”.

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