«El máximo solar ya está aquí. Aviso de tormenta G2 y llamarada X»
Así comenzaba la página de “Space Weather Live” que viene haciendo un seguimiento puntual de la actividad solar del jueves día 8 de agosto de 2024, a lo que añadía: “ha habido dos eventos de clase M a principios de esta semana que lanzaron eyecciones de masa coronal, con un componente dirigido a la Tierra. Se espera que la primera de estas eyecciones de masa coronal llegue mañana, por lo que con dos eyecciones de masa coronal entrantes, es posible que el viernes 9 de agosto, así como durante el fin de semana del 10 y 11 de agosto, se den condiciones de tormenta hasta el umbral de tormenta geomagnética moderada G2, que equivale a un Kp de 6”.
Es decir, estamos en el máximo de actividad solar en el ciclo de 11 años que se viene repitiendo desde que tenemos datos “terrícolas”. Máximos que antes han tenido unos mínimos, en los que la actividad solar se ralentiza o llega a ser prácticamente nula, con independencia de “efemérides” o situaciones puntuales y esporádicas en que puede alterarse la regularidad de tal actividad a lo largo de la edad de la Tierra.
En el transcurso de cada ciclo solar van apareciendo las conocidas “manchas solares”, conocidas desde los tiempos de Galileo, cuyo número, tipología y actividad se relaciona con eventos como las eyecciones de masa coronal, las llamaradas solares de diferente importancia e intensidad o las tormentas, como la pronosticaba para el jueves 8 de agosto en su intensidad máxima o la tormenta geomagnética de intensidad “Kp 5/Kp7” iniciada en la mañana del 4 de agosto pasado.
Las manchas solares son situadas por los astrónomos en “regiones” del Sol determinadas, convenientemente numeradas, lo que permite hacer un seguimiento más específico de localización de la actividad solar. Así los eventos se sitúan en estas fechas en las regiones 3774, 3777, 3780, 3782, 3784 y 3785, con radiaciones geomagnéticas diferentes en número y tipología, que se clasifican con las letras del alfabeto griego “alfa”, “beta”, “gamma” o “delta” según su polaridad, extensión, etc. A mayor concentración de tales “manchas” se supone una mayor actividad solar en forma de eyecciones, agujeros, explosiones coronales y radiaciones.
De esta forma podemos comprobar que los comienzos del ciclo solar suelen presentarse sin manchas solares y que éstas llegan a su máximo (234/250) en el pico del ciclo (como ocurre en la actualidad), para volver a bajar en número e intensidad una vez la curva desciende de nuevo en los siguientes años.
También esa actividad de radiaciones geomagnéticas y eyecciones solares, va a repercutir con el flujo solar de radio -como es lógico- en los sistemas terrestres tecnológicos, donde las mismas pueden afectar tanto a los satélites que controlan comunicaciones, como a los propios sistemas de uso industrial o informático (tal como parece que ocurrió el pasado mes de julio) dejándolos inoperativos en zonas del planeta diferentes.
Otra cuestión a considerar es si toda esa actividad solar se dirige a zonas de la Tierra donde llega el viento solar en plazos escasos (unos 53 minutos) con una velocidad de 472 kms/segundo y que determinarán las temperaturas en las mismas, de acuerdo con los movimientos del propio astro y del planeta Tierra. Asimismo, si la propia radiación terrestre desvía las ondas cósmicas procedentes del espacio junto con las radiaciones solares.
Como vemos, hay un conjunto importante de circunstancias, absolutamente fuera del control de las tecnologías y “leyes” terrestres, a las que las especies han debido adaptarse para sobrevivir a lo largo de la historia de la Tierra, tanto para aprovechar la influencia de la actividad solar, como para evitar situaciones contrarias. Cada especie ha ido adaptando su protección natural en forma de revestimientos externos aislantes, donde los casos más conocidos, el gran refugio natural ha sido el propio terreno (cuevas, excavaciones bajo tierra), su alternativa artificial (construcciones) o la inmersión en agua con mayor o menor éxito. Eso nos ha hecho más fuertes y poderosos frente a los fenómenos naturales, pero nunca podremos triunfar sobre ellos.
“Arrimarse al sol que más calienta” es una expresión popular que se traduce en estar cerca de quien más nos puede ayudar en momentos determinados o como forma de vida habitual. Pues bien, como planeta surgido del propio Sol hace miles de millones de años, hemos quedado atrapados en su órbita de influencia inexorablemente, para lo bueno y para lo menos bueno. Para poder llevar a cabo nuestras funciones naturales (entre las que se encuentra la inteligencia o el talento) o aquellas destinadas a la reproducción de la especie y a la evolución y adaptación consiguiente a la actividad solar.
Así es y así será en todo momento de nuestras vidas. Lo demás, serán vanos intentos de dominar la naturaleza presidida por nuestro padre: el Sol.