El estrambótico mundo del arte sigue proporcionando titulares y sorpresas. No hace mucho surgía el sistema NFT donde por cifras de muchos ceros, se recibía un certificado de copropiedad de todo tipo de obras de arte, junto -claro está- con una reproducción fotográfica de a misma.
Y es que los “artistas” faltos de inspiración o de habilidad para hacer arte de verdad (con todo lo que eso significa), empezaron a hacer “ocurrencias” y, como pasa en el mundo de la política, de las corporaciones y los negocios, se sustituyó el objeto principal por las palabras (Tom Wolfe) y el lenguaje de los críticos y expertos, llevado al mundo de la publicidad o bombardeo permanente desde todo tipo de medios de comunicación. Ya se sabe que las mentiras muy repetidas acaban por ser verdaderas.
El siglo XX ha sido prolífico en esas “ocurrencias” (muchas de ellas con el “ismo” incorporado) buscando la originalidad impostada de cualquier cosa que pasara por el caletre de los sesudos expertos en comunicación y publicidad o propaganda (Edward Bernays). El llamado “marketing” creaba necesidades que no lo eran y la publicidad informativa hacía todo lo demás. Así hemos llenado nuestras vidas y nuestras instituciones de cosas banales o inútiles que luego no sabemos cómo quitárnoslas de encima.
En ese “mundo del arte” no sólo se han multiplicado los “artistas”, sino que muchos de ellos han multiplicado su producción creando una verdadera industria alrededor de ella, donde la originalidad de la obra y su carácter único e íntimo dejaba paso a la producción en gran escala de subproductos donde sólo la firma (la marca industrial), les hace multiplicar por muchos ceros el precio de cualquier objeto sin importancia.
Faltos de inspiración artística, los autores se plagiaban a sí mismos con obras redundantes, cuando no eran simples versiones de ocurrencias de otros.
Eso es lo que parece haber pasado con Maurizio Cattelan, un autor prolífico de ocurrencias con una de ellas: la instalación titulada “Comedian” , consistente en un plátano natural pegado a la pared con una cinta adhesiva de uso industrial. En otro caso anterior (1999) lo fijado a la pared con el mismo sistema fue el comerciante de arte Massimo de Carlo, titulando la obra “Perfect Day”.
La obra “Comedian” fue, presentada en la feria Art Basel de Miami Beach en el año 2019, siendo objeto de polémica y discusión sobre su esencia artística (que era lo buscado) y vendiéndose dos de los tres ejemplares (comprados en una frutería de Miami por 30 centavos), por la considerable suma de 120.000.-$. Los compradores de la misma reconocieron que fue la polémica el motivo de su adquisición, no el reconocimiento de su valor artístico (inexistente).
El tercer ejemplar sujeto a la pared de la galería fue comido por el también “artista” David Datuna, como forma de protesta, siendo sustituido el plátano sin mayor importancia.
Pero la cuestión que añadía morbo al tema sería la denuncia presentada por otro “artista” de nombre Joe Monfort por plagio en 2021, ya que constituía una copia del díptico “Banana & orange” que este autor había registrado en el año 2000 en la oficina de derechos de autor de EE.UU. Su obra consistía en una naranja pegada a la pared con cinta adhesiva similar sobre un fondo de color verde, debajo de la cual había una banana sujeta de la mjsma forma.
La demanda ascendía a la cantidad de 390.000.-$ importe de las tres copias vendidas por Cattelan de “Comedian” y…. ¡las pruebas de artista! Ante ello el juez correspondiente parece que se planteó la “similitud sustancial” de ambas obras, aunque “la cuestión verdadera es si una banana pegada a una pared puede ser arte y si es más metafísica que legal”. En este sentido lo más elemental en cuanto a supuesto plagio se refiere, sería la fecha de creación de ambas obras. Una se presentaba en Miami en 2019, la otra estaba fechada en el año 2000, diecinueve años antes. Parece que el caso no tiene dificultad.
Otra cosa distinta sería la repercusión que la obra de Cattelan produjo en la feria de Miami donde -según parece- diversos artistas se lanzaron a poner objetos en las paredes con cinta adhesiva (la “ocurrencia” se multiplicaba) e incluso el conocido establecimiento de “Popeyes”, ofrecía un sandwich de pollo pegado a la pared por 120.003,99 $ (precio de la obra de Cattelan más el precio del sandwich).
Para rematar el esperpento se publicaba recientemente (“La Lista”) que un estudiante surcoreano se comió un plátano que formaba parte de otra instalación de la obra de Cattelan, mientras un compañero suyo grababa la escena. Cuando terminó colocó de nuevo la piel en el mismo lugar y con la misma sujeción sin darle más importancia (es lógico ya que el plátano se reemplazaba cada cierto tiempo).
La cuestión es saber qué pasaría con estas obras ocurrentes, en el caso de que no produjeran polémica. Cuantos ciudadanos sensatos las comprarían (otra cosa son las colecciones públicas y las exenciones fiscales) y cuantas acabarían prestándose para exposiciones institucionales con grandes sumas de seguro, a la espera de deshacerse de ellas y recuperar el dinero pagado e incluso con plusvalía.
Las obras de Maurizio Cattelan en el mercado de arte según el prestigioso “Artprice”, alcanzan una suma considerable y diversa tratándose en gran parte de instalaciones realizadas con formas y materiales también distintos, si bien en una gran parte se quedan sin vender. Los temas se repiten una y otra vez lo que podría explicar el notable descenso de sus indicadores de mercado desde el 2017 recogido por “Artprice”.