La sombra de Leonardo

Por
— P U B L I C I D A D —

De nuevo, los titulares veraniegos agitan el mundo del arte: “Detienen a un hombre en España, por exportar un falso Da Vinci para venderlo por más de un millón de euros (El Debate, 13/8/2024)” a los que el periodista añade el calificativo de “thriller hollywoodiense”.

Según la imagen reproducida de la pintura de pequeño formato y en precarias condiciones de conservación, se la identifica además con el “Retrato de Giacomo Trivultio” o, más exactamente Gian Giacomo Trivultio, un militar italiano ligado al ducado de Milán y a la familia de los Sforza, del que hay amplia información histórica, así como imágenes diversas, ninguna de las cuales se parece al caballero con indumentaria renacentista de la pintura que nos ocupa.

Desde luego no hace falta ser un experto en la obra de Leonardo Da Vinci, para detectar “a priori” lo burdo de la atribución, como parece acreditar el hecho de haber pasado los controles preceptivos de la Junta de Valoración y Exportación del Ministerio de Cultura, que le había dado el permiso oportuno y “auténtico” (aunque ya caducado, según lo publicado). Una cosa es la cuestión administrativa y otra el reconocimiento artístico.

Al parecer, fue en el paso fronterizo de Modane entre Italia y Francia, el lugar en que la policía (francesa) interceptó un vehículo que trataba de pasar a Francia con la supuesta pintura de Leonardo da Vinci”, lo que fue comunicado a los servicios aduaneros españoles quienes comprobaron el permiso de exportación de la obra y su valor en 1.300.000.- euros”. Una operación que, según lo publicado, había empezado en julio de 2022 (hace un par de años).

Nos encontramos pues ante el contrasentido de que, mientras el órgano oficial del Ministerio de Cultura, no había puesto objeción alguna a la salida de España de una pintura importante con un supuesto valor considerable y por ello susceptible de aplicar medidas de protección, unos funcionarios policiales sin conocimiento al respecto, suponen que es nada menos que un retrato realizado por el maestro Da Vinci (con independencia de que el permiso administrativo hubiera caducado).

Lógicamente había que conocer los términos de la autorización “auténtica”, así como lo aducido por los miembros de la Junta para dar el VºBº a la salida de territorio español de una pintura de esta categoría (supuesta) que, al parecer, ha pasado ahora por “análisis y estudio técnico” de los expertos del Museo Nacional del Prado, para concluir “que la pintura era una falsificación probablemente elaborada con fines fraudulentos”, añadiendo que estaba elaborada a principios del siglo XX “a partir de retratos milaneses de los siglos XV y XVI, con un valor real de entre 3.000 y 5.000 euros” lo que vendría a confirmar la falta de reparos para la exportación de la Junta correspondiente y el “patinazo” policial.

Si además -según se publica- todo ello formaba parte de una operación policial con una duración de dos años, parece un tanto excesivo el esfuerzo de tiempo y recursos empleados para finalmente estar ante una simple copia anónima del siglo pasado. Una obra cuyo estilo formal resulta ajeno a Leonardo e incluso a su taller, con las controversias sobre autenticidad que siempre han surgido en torno a las catalogaciones. Según el catálogo razonado de la obra de Leonardo, hay sólo cuatro obras del catálogo que no han dado lugar a divergencias: “La adoración de los magos”, “San Jerónimo”, “La Santa Cena” y la “Gioconda”. Las demás son objeto de polémica donde se juega la reputación de expertos (y sobre todo dinero) o son consideradas simplemente como “obras relacionadas con Leonardo”.

No es la primera vez (ni será la última), en que ese llamado “mundo del arte” se vea conmovido por las “apariciones” de obras supuestamente originales de algún autor o maestro importante. No hace mucho, en este mismo medio escribía sobre la polémica de un “Salvator Mundi”, con una rocambolesca historia de compras (la primera en 2005 por menos de 10.000.-$), ventas (Christie’s y Sotheby’s”), hasta llegar a más de 450 millones de $ en 2017, apariciones en exposiciones como la National Gallery de Londres (2011/2012) y desapariciones esporádicas, que fue rechazado para ser incluido en la última gran exposición en Francia dedicada a Leonardo, sin que se sepa con certeza su paradero actual, tras su última adquisición (según se publica en el yate de un personaje importante). No obstante, hay que señalar que se conocen unas veinte versiones de este mismo tema atribuidas a diferentes alumnos o seguidores de Leonardo (como es el caso de Giovanni Boltrafio o Cesare da Sesto, con un “Redentor del mundo” en la colección Trivulzio de Milán, precisamente).

Otra aparición de un supuesto Da Vinci es el retrato de perfil titulado “La bella principessa”, un óleo sobre lienzo, relacionado con el “Retrato de mujer” de la Pinacoteca Ambrosiana en Milán (un óleo sobre tabla de 51×34 cms. realizado hacia 1490), catalogado como obra de Leonardo con el nº 26 del catálogo razonado, que según los expertos, representaría primero a Beatrice d’Este y, posteriormente, a Bianca Maria Sforza. Atribuida a De Predis por su relación con el retrato existente en la casa de Contarini en Venecia en 1525, sería atribuida a otros diversos autores, pero no a Leonardo.

Pues bien, el lienzo a que nos referimos provocó otra polémica cuando en el año 1998 se catalogó como autógrafo de Da Vinci, mientras el británico Shaun Greenhalgh en su libro “A Forger’s Tale” afirmaba ser el autor de esta obra, pintada en 1978 como “retrato de la cajera del supermercado “Co-op” de nombre “Sally”. Los expertos no tardaron en reaccionar asegurando estar ante una obra de Da Vinci que, incluso, tenía una huella en la parte superior del lienzo atribuida también a Leonardo. Fue vendida en 1998 por 19.000.- $ en una subasta de N. York, consiguiendo un precio superior a los 100 millones de dólares, según publicó “El Universal” en diciembre de 2015.

Como decíamos, reputación profesional de los expertos por una parte y grandes diferencias en la cotización, hace que este complejo mundo del arte sea un tanto caótico muy propicio a los resbalones en las atribuciones, donde la multiplicación de talentos artísticos juega malas pasadas.

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