En clave de Cobo

Miguel Manrique
Por
— P U B L I C I D A D —

Tal y como titulo esta reseña, se invita al amante del arte plástico a entrar en la pictórica de un artista, quien expone una serie de cuadros y esculturas en Espacio 15, Galería de Arte Contemporáneo; en el mismo número de la calle Guzmán el Bueno, de Madrid.

El otoño rachea sus primeras ventiscas, dando ese aire de serenidad y luz atenuada, apropiados para beber un buen vaso de vino y contemplar la explosión de color que nos trae Cobo. Nada más llegar, la intensidad de los tonos primarios y derivados propone una inmersión en un universo de formas que se escapan hacia lo musical. En vez de las consabidas de Re, Fa o Sol, la clave de Cobo salta a la vista con instrumentos agregados al acrílico sobre tabla; lo que hace imaginar al artista rajando violines o arpas para maridarlos con la pintura. No, no es así. El santanderino afincado en Vallecas ha esculpido instrumentos para que la sonoridad llegue al espectador, armonizando ambas artes. Pues bien, muy bien, dices aprobando esa técnica mixta, aunque echas de menos notas y notas. Hay que esperar muy poco, dado que oprimiendo un botoncillo —camuflado en entre la pintura— suena el jazz o cualquier otro género.

¡Música y pintura en una sola obra artística! Lo nunca visto.

El comercio existente entre el espíritu, las neuronas y las manos de Mariano Cobo se retrata no sólo en su quehacer plástico, sino en su persona. Es un tipo educado, afable y hasta cálido, sin llegar a lo empalagoso y excesivamente efusivo. Su mirada, resbalando desde una corta y lacia melena, ya sonríe para rematarla con una voz suave pero firme en las palabras.

Y así es lo que expone en esculturas, en las cuales ha dialogado profundamente con el hierro; con soportes que albergan bustos femeninos y más metal convertido en rosa; en otros pigmentos diferentes al acrílico que presentan toros y plazas en las que se lidian y toreros que instrumentan revoleras, naturales o adornos. El vino —del que hablo al principio— baña a chorros estilizadas botellas que sugieren naturalezas muertas, armonizando perfectamente con paisajes lacustres, en los que florecen plácidos nenúfares.

Una planta principal —que da a la calle— y un bajo esperan a madrileños, a otros españoles y a gente del ancho mundo, no sólo para disfrutar de una plástica vibrante; también les invita a hacerse con una clave desconocida y envolvente. Todo ello hasta el 19 de octubre, de este año de 2024.

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