El mercado del arte se divierte

Juan Laguna
Por
— P U B L I C I D A D —

La noticia publicada recogida y publicada en la prensa del último día de agosto, es ilustrativa de cómo se puede seguir exprimiendo al muy jugoso fruto del arte: “El Hermitage saca a subasta los NFT de sus obras maestras” (“El Confidencial”).

Así, de pronto, el sobresalto en el mercado del arte habrá sido importante. Una de las colecciones europeas más importantes de arte va sacar a subasta sus obras maestras. siguiendo los pasos de los museos americanos que, en ocasiones, lo hacen. Inmediatamente el mundo de los coleccionistas tanto institucionales como privados, se habrá puesto en alerta a la espera de poder adquirir esa tablita de Fray Angelico “La Virgen y el Niño con ángeles” o ese paisajito nevado de Peter Brueghel “Adoración de los magos” testimonio de los fríos del siglo XVI y XVII en Europa, o esos “Cobradores de impuestos” de Marinus Van Reymerswaele (recientemente expuesta en el Prado)… ¡Hay tanto para elegir…!

Pero la noticia no habla de la subasta de obras maestras, sino de los “NFT” de las mismas, un acrónimo del inglés “non fungible tokens” que podría traducirse como “valores permanentes” de determinadas cosas. El arte sería uno de ellos pero, lo que se subasta en realidad, es el significado permanente de las obras.

El término “token” se traduce normalmente como “señal, muestra, prueba, prenda…” en su sentido simbólico pero… en esta ocasión se utiliza en el sentido de “una unidad de valor que una organización crea para gobernar su modelo de negocio y dar más poder a sus usuarios para interactuar con sus productos, al tiempo que facilita la distribución y el reparto de beneficios entre todos sus accionistas”. Ni Groucho Marx lo podía haber explicado mejor, pero en esta ocasión es la definición que ofrece un tal William Mougayar, autor del libro: “The business blockchain” .

Al llegar aquí, cualquiera de los del “plan antiguo” (como yo) se habrá quedado anonadado y con los ojos cuadriculados del esfuerzo de lectura comprensiva. De inmediato se califica el asunto de “concepto revolucionario” en el mundo de la economía digital (esa que, en mi pueblo, dirían “que parezca y no sea…”). Y no, no es para asustarse ya que, en realidad, se trata -al parecer- de la subasta de unas simples copias (eso sí, llamadas “criptocopias” que luce más), de las copias virtuales de unas obras determinadas de dicho museo, de las que se harían dos ejemplares avalados por la firma del directo del museo de San Petersburgo. Todo ello equivalente a unas copias autorizadas de las obras en sistema digital, a las que se unirá un vídeo (también “NFT”) del momento solemne de la firma, todo ello por el módico precio de salida de cada una de ellas en 10.000.- $/ 8.500 euros. De ahí en adelante el precio final de estas “oportunidades” lo decidirá la estulticia (que es mucha) o el interés de los futuros compradores.

Las obras que serán objeto de este experimento son: la “Madonna Litta” atribuida a Leonardo da Vinci y a su alumno Boltraffio, fechada hacia 1490/91; una obra originalmente realizada en temple sobre tabla, transferida después a lienzo, llamada así porque perteneció en su día al Conde de Litta que fue quien la vendió al Hermitage; la autoría real de la obra (como otras atribuidas a Leonardo) es polémica, por lo que el supuesto valor real, tanto artístico como económico de la misma está sujeto también a controversia; asimismo su estado de conservación tras la delicada operación de transferencia de soporte es un condicionante más del referido y supuesto valor.

Otra de las obras es la “Judith” del renacentista italiano Giorgione de hacia 1505; igualmente una obra sobre tabla transferida a lienzo en 1838 (lo que le restó 13 cms. de su altura original) que ha tenido diversas atribuciones pero que, finalmente, está catalogada como obra original del Giorgione. Fue adquirida en París en el año 1772 por Catalina II de Rusia y parece conservar un buen estado de conservación.

“Las lilas” de Van Gogh, pintada en 1889 el jardín de Saint Remy, es otra de las pinturas objeto de este especial tipo de subasta. Es un óleo sobre lienzo de la época del ingreso del pintor en la clínica mental citada.

La “Composición V” de Kandinsky también seleccionada pertenece a los años que van de 1910 al principio de la la 1ª G.M. y es precisamente esta obra de 1911 la que llevó al artista a romper con la NKVM (Asociación de artistas de Münich) que él había creado, por negarse a exponerla al no cumplir los requisitos de formato establecidos.

Finalmente, la quinta obra es “Un rincón del jardín de Montgeron” del maestro del impresionismo Claude Monet. Se trata de una pintura de gran formato (173×193) fechada en 1877, cuyo alto valor de mercado actual, podría colocarla en los primeros puestos.

La operación se ha identificado como “Tu token se guarda en el Hermitage” y, aunque Internet está repleto de copias digitales de obras de arte con fácil acceso a ellas, según parece el NFT es “una filosofía estética de la posesión vinculada a un gran museo” según palabras del director Mijail Piotrovski. Sería como tener acciones sobre un valor intangible -como la obra de arte- para poder presumir de ello ante las amistades. Se trata, en definitiva de tener una «criptocopia» autorizada digitalmente por una institución pública. Además, se paga en “criptomonedas” también de valor real incierto.

Al parecer desde marzo del presente año se ha popularizado la inversión en “criptoarte” con subastas que llegaron a pagar 69 millones de dólares por un “collage” digital o 17 millones por nueve dibujos digitales de rostros… Y es que no hay nada como tener mucho ídem… Y es que nos encantan las burbujas o pompas de jabón que, al final, explotan y dejan sólo unas gotas de líquido. Mientras, la gente normal trabaja cada día por arañar a fin de mes 1.000 euros.

Como es natural, negocio crea negocio y esta operación ha sido encargada a la plataforma digital correspondiente, que en su presentación se identifica como “Misión para liderar el futuro del metaverso” con el objetivo de “acuñar, comprar y ofertar las NFT más importantes del mundo”. Por ambición emprendedora y supuesta “modernidad” que no quede, pero seguimos sin fabricar artefactos de una calidad mediana, como la bombilla que lleva luciendo más de cien años.

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