Arte en la calle

Arte en la calle
Juan Laguna
Por
— P U B L I C I D A D —

En sus variadas manifestaciones creativas, el arte sale a la calle para encontrar al ciudadano y despertar su interés. Hay músicos callejeros y artistas plásticos de todo tipo que buscan nuestra atención sin conseguirlo la mayor parte de las veces en una sociedad más interesada por o que brota del teléfono móvil que ya forma parte de sus manos y de su vida.

Como ejemplo de arte en la calle quiero referirme hoy a dos pintores clásicos. Esto es, que buscan a través de sus imágenes transmitir emociones a los que se cruzan en su camino cuando exponen sus obras al amparo de uno de los muchos andamios que pueblan las calles de la ciudad. Concretamente en la esquina de Gran Vía con la calle Clavel.

El primero de ellos llamó mi atención de inmediato no sólo por su maestría en la creación de imágenes distorsionadas de personajes que, bajo la uniformidad estilística, resultan verdaderos retratos de la sociedad que nos rodea: triste, anómica, inmersa en el desamparo y la impotencia, con extrañas pústulas en su piel marchita y en lo que se podría reconocer la antesala de la muerte.

Contrastan los colores grises de sus rostros, con los brillantes de sus fondos e indumentarias con rojos, azules, naranjas y azules vivos, al igual que la formas y el dibujo de cada parte de los rostros cansados, sin vida, verdaderos “zombies” que sobreviven sin horizonte, sin futuro, actuales…..

Su autor Josh Ponce de León, llega a diario a su sala de exposición callejera y con paciencia va colocando sobre los tubos del andamio, una tras otra, la muestra de lo que es su arte, su talento y su habilidad con los pinceles. En todo ello hay un rito de perseverancia que merece el premio de su venta a los muchos transeúntes que, al pasar frente a su improvisada exposición, detienen el paso, observan, preguntan y pasan por el dilema de decidir qué hacer.

A su lado Román León, un colega y amigo, ha encontrado también su hueco expositor con una temática, un estilo y una técnica diferente pero igualmente impresionante: la tauromaquia y su principal protagonista, el toro y el toreo. El encuentro ancestral de los juegos minoicos en la isla de Creta, que ha pervivido en el tiempo hasta llegar a la ignorancia política del momento. Junto a los toros la nobleza y belleza natural del caballo con sus crines salvajes al aire o domesticadas, con la fuerza y la lealtad con que ha estado siempre unido a la historia del hombre. Y el toreo con sus movimientos y juegos entre el toro y el torero, recogidos con la fuerza y el vigor de la lucha a muerte entre ambos. Cada uno con sus “armas” respectivas: habilidad e inteligencia y fuerza bruta.

Tanto uno como otro ya tienen experiencia expositiva en el mundo comercial e institucional. Sus obras han colgado ya de galerías “formales” que, muchas veces, son la única vía de darse a conocer. Hasta ahora en que la calle y un simple andamio, se convierten en una explosión de maestría y colorido ante un público que, atónito, contempla sus obras, las comenta, tiene el deseo íntimo de su posesión y su disfrute porque las encuentra cercanas, directas, sin artificios publicitarios o mercantiles.

Hay que pedir que cunda el ejemplo. Que en el aire de las calles floten las notas de Vivaldi, Bach o Haendel, mientras cada uno de sus rincones muestran lo que la inteligencia natural del ser humano puede trasladar a ese mundo del arte directamente.

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