Javier Páez lleva toda su vida en el teatro. En este ingrato oficio ha sido y es de todo: actor, director, adaptador de obras clásicas, productor; técnico ante mesas de edición con luces y sonidos, mientras sus actores trabajan en el escenario. Actualmente dirige La lección, de Eugène Ionesco, en la sala “Off Latina”, sita en el número 4 de la calle de Los Mancebos, de Madrid; la que estará en cartel todos los domingos de este mes de octubre.
—EL MENTOR: ¿Es el teatro algo tan ingrato, como me permito decir en la introducción?
—JAVIER PÁEZ: Más que ingrato, lo que tiene tal vez es la “virtud” de plantearte un desafío descomunal. Ya se sabe: trabajar por “amor al arte” supone que si te gusta el arte tienes que olvidarte del dinero: y hay que estar muy dispuesto a eso.
—eM: Las salas de teatro se han reducido hasta convertirse en 3 ó 4 minisalas. ¿Por qué crees que el público ha huido del teatro?
—JP: Es verdad que las artes escénicas (si exceptuamos quizás los musicales) no disponen de la cobertura mediática que tiene por ejemplo el cine. Una sala de cine sigue siendo bastante más barata y, en tiempos económicamente difíciles, eso cuenta.
—eM: En el cine ha pasado algo por el estilo, pero se sigue viendo por la televisión, en tablets, ordenadores y hasta teléfonos móviles. ¿Por qué no le sucede lo mismo al teatro?
—JP: Las posibilidades del campo audiovisual son muchísimo más amplias en este sentido, y más ante las nuevas generaciones. Aparte de que el teatro tiene que ser “en vivo” no es posible —por mucho que lo intentemos— llevar a la escena “La guerra de las galaxias” por ejemplo.
—eM: Hablemos un poco de tus inicios: ¿en qué escuela estudiaste o fuiste autodidacta?
—JP: Estudié en la Real Escuela Superior de Arte Dramático (cuando asentaba sus reales en la zona de Ópera) y luego fui ampliando mis conocimientos en multitud de talleres de interpretación.
—eM: Y la primera vez que te enfrentase a ese dragón llamado público: ¿te comió o te lo comiste tú a él?
—JP: Pues no pude yo comérmelo, porque se trataba de una obra para un público infantil: sin duda el más difícil de todos. Se llamaba “El porqué de la tristeza”; y te encontrabas con que a veces decías algo que tú considerabas supergracioso y no se reía nadie: en algún otro momento soltabas algo que creías intrascendente y no paraban de reír.
—eM: En series de televisión ¿de cuál guardas mejor recuerdo, ya sea por el personaje o por la obra en sí?
—JP: Pues tal vez fue la primera temporada de “Amar en tiempos revueltos”. En esos primeros capítulos estaba muy bien ambientado el entorno de miedo y silencio que caracterizaba los años de la inmediata postguerra. Yo, por lo demás, disfruté un montón defendiendo a un personaje con el que no me costaba gran cosa identificarme (je, je): un anarquista llamado Germán.
—eM: Lo mismo ¿pero en el cine?
—JP: Sin duda alguna la oportunidad que tuve de participar en películas rodeado de gigantes del séptimo arte: “El puente de San Luis” (con un reparto de lujo: Robert de Niro, Kathy Bates, Harvey Keitel) o “The dancer upstairs” dirigida por Jonh Malkovich. Creo que no me cogieron por buen actor (je, je) sino por dominar el inglés lo cual por supuesto resultaba imprescindible para aquel rodaje.
—eM: También haces publicidad por televisión. Esta actividad le sirve al actor para promocionarse artísticamente o es parte del trabajo como profesional de la imagen?
—JP: En realidad me ha venido sirviendo para ganarme algún dinero: porque vivir del teatro, lo que se dice vivir, nunca lo he conseguido.
—eM: En este momento diriges a la compañía “El rosario de la aurora”, representando La lección, de Ionesco. ¿Está en el más puro estilo del autor rumano o no es tan teatro del absurdo?
—JP: El montaje aborda, sin duda alguna, el Eugène Ionesco en estado puro. De hecho, el texto es ciento por ciento el mismo, sin dejarnos una sola coma. Aparte de eso, nuestra propuesta en concreto le da incluso una vuelta de tuerca adicional a la obra, lo cual la conduce irremediablemente al delirio.
—eM: En su día, el mismísimo García Lorca vio el teatro de Ionesco muy difícil para la época. Debido a esto escribió algo intermedio como El público. ¿Crees que las cosas han cambiado hasta el punto de entender este tipo de obras sin problemas?
—JP: Yo intenté desde el primer momento darle cabida a la imaginación, que ha sido y será siempre sin duda la compañera inseparable del arte. Cuando Joyce escribió el “Ulises” y Beckett su “Esperando a Godot”… o cuando Stravinsky compuso “La consagración de la primavera” parecía estar claro que arriesgaban al máximo. El mundo (y mucho más en el Arte) siempre será de los audaces.
Javier Páez, que puedo decir, es tan grande para mi este nombre que solo me queda «quitarme el cráneo» ante él. Maravillosa persona, maravilloso actor, maravilloso compañero, maravilloso…., maravilloso…., m….,
Espero que trabajemos juntos pronto….
Un abrazo sincero
Ha sido una gran alegría y una agradable sorpresa esta entrevista con Javier Páez, viejo amigo y compañero de aventuras teatrales irrealizadas o irrealizables.
Un abrazo para Javier.
Ha sido y es un honor y un placer conocer y trabajar con Javier. Allá por los noventa, además de trabajar, ensayar… éramos y somos felices por la pasión, el amor al personaje, autor y la apertura del telón, con un Maestro comprometido con toda su Alma al Teatro y respeto hacia el Actor. » Niño en el sentir y Gigante en el hacer». Se te quiere Javier. Abrazos quebrantahuesos…