La Casa de Austria y América. ¡Sin complejos!

La Casa de Austria y América. ¡Sin complejos!
Miguel Manrique
Por
— P U B L I C I D A D —

La Casa de Austria, la dinastía de las Habsburgo españoles, que gobernó el país durante casi 200 años, ha sido retratada por el pintor Adolfo Álvarez Barthe. Son 43 magníficas piezas en temple sobre tabla y papel, que estará abierta al público en la Casa de América de Madrid, desde el 17 de abril al 27 de mayo, entre las 11:00 y las 19:30 horas de lunes a viernes y los sábados de las 11:00 a las 15:00. Lugar: galería Guayasamín. La colección consta de 7 series temáticas, repartidas de la siguiente forma:

REYES Y REINAS: Las que representan a Carlos I de España y V de Alemania, Felipe II, Felipe III, Felipe IV y Carlos II. Las consortes de estos monarcas que dieron un hijo rey y que están enterradas en El Escorial, también las ha pintado Álvarez Barthe en idéntica técnica de temple sobre tabla: Isabel de Portugal, Ana de Austria, Margarita de Austria y Mariana de Austria. El único rey sin consorte es Carlos II, último de la dinastía que, como se sabe, no tuvo descendencia. Añade el pintor a esta serie a don Juan de Austria, motejándolo como el rey que no fue; personaje incómodo, dotado de toda una leyenda romántica, mito para la creatividad de poetas como Chesterton, novelistas de la talla de Arturo Úslar Pietri u obras de teatro como la escrita por el autor de estas líneas, El caballero del león. Las 10 obras están realizadas en unas medidas muy particulares: 162×15 cms; las que Álvarez Barthe llama, Tótems.

FUNDADORES DE AMÉRICA: Durante este periodo, llamado austracista, se fundaron la mayoría de las ciudades de Hispanoamérica, incluidas algunas de los actuales Estados Unidos. Álvarez Barthe ha pintado los retratos de algunos de los fundadores de las capitales de los países, además de los de San Agustín (Florida) Socorro y Santa Fe (Nuevo México). Un total de 17 personajes —de los que hay retratos— y en los cuales el pintor se ha basado para hacer su particular interpretación. Todas estas pinturas están realizadas también en temple sobre tabla y con unas dimensiones de 50×8 cms.; las que el artista llama, cetros.

MUJERES EN LAS FUNDACIONES: Algo insólito en la historia de las fundaciones fue la presencia de mujeres. Pero las hubo y de capital importancia como es el caso de doña Marina, más conocida como La Malinche, amante y traductora de Hernán Cortés en toda la epopeya de la conquista y fundación de Ciudad de México.

Al lado del fundador de Santiago de Chile, Pedro de Valdivia, estuvo otra mujer excepcional llamada Inés Suárez. Y lo fue por su arrojo, poco permitido a las mujeres de la época, de embarcarse hacia las Indias. Fue en busca de su primer marido, pero éste había muerto en una batalla. Estuvo al lado de Pedro Valdivia en toda la gesta conquistadora y fundadora de Santiago de Chile.

La monja alférez, como se conoció a la vasca Catalina de Erauso, tuvo mucho más que arrojo viajero. Comandó tropas, se enfrentó tanto a indígenas como a españoles insurrectos, compartiendo con los hombres de la época todas las luces y sombras, miserias y riquezas propias de la empresa conquistadora y fundadora, sobre todo en Chile y Argentina.

Isabel de Guevara cierra la serie femenina retratada por Álvarez Barthe. Consta en anales como cofundadora de la ciudad de Buenos Aires con Pedro de Mendoza, el segundo de los fundadores. El primero fue Juan de Garay, sí plasmado por el pintor en la serie.

Estas 4 mujeres también están representadas en cetros, con las mismas mediadas de 50×8 cms. y en temple sobre tabla.

UN NEGRO EN LA CONQUISTA DE AMÉRICA: Los negros (dicho así, sin complejos falsamente progresistas) fueron esclavos durante la mayor parte de la presencia española en América. Hasta aquí nada de particular, teniendo en cuenta la época. Pero que un africano haya estado combatiendo codo a codo con los españoles no deja de llamar la atención. Se trató de Juan Garrido, un hombre nacido en algún punto de África que se trasladó a Portugal; allí se bautizó, después pasó a América y participó en las conquistas de Cuba, Florida, Puerto Rico, Dominica, Guadalupe y Tenochtitlán. Tuvo una granja en Coayacán, siendo uno de los primeros en cultivar trigo en el Nuevo Mundo.

Mapas evocando al Imperio español de la época y otros retratos como el del conde-duque de Olivares —prototipo del político austracista— complementan esta magnífica colección, con unos razonables precios de entre los 2.100 y los 250 euros. Adolfo Álvarez Barthe es un pintor leonés con una trayectoria bastante sólida, pues desde hace años viene exponiendo no sólo en Madrid y su ciudad natal, sino en varias de España, Portugal, Bélgica o Italia. Ha recibido por dos veces los Premios de la Fundación Camuñas y Ejército y una vez el Caja España; tanto la diputación de León como el antiguo Banco Zaragozano —hoy en el grupo Barclays— poseen obra suya.

El pigmento preferido de Álvarez Barthe es el temple, el que hunde sus raíces en el Egipto faraónico, siendo bastante empleado en el románico y gótico occidentales y en la iconografía bizantina. Se adapta bien a soportes como la tabla, pero también al papel.

La Casa de Austria y América lleva por subtítulo, «¡Sin complejos!». Pretende con ello luchar contra los incompresibles complejos que hay sobre la historia de España en… España. Este es el único país del mundo —por lo menos de los conocidos por este autor— que se avergüenza de su historia. La famosa Leyenda Negra, acuñada desde la misma época del Descubrimiento, ha hecho mella en el ser nacional. Pero tal leyenda estaría en su lugar —el mitológico— si no hubieran sobrevenido otros fenómenos que han venido no sólo a consolidarla, sino a extrapolarla a dimensiones ridículas. A comienzos del siglo XIX, el economista suizo Simonde de Sismondi lanzó la perniciosa descalificación de «África empieza en Los Pirineos»…Y el país creyó en ella; ha venido viviendo con este complejo, agachando la cabeza ante Europa, como si allende de la mencionada cordillera nunca hubiera habido barbarie y genocidios sin cuento. A este paupérrimo panorama se han agregado un regusto por la falsa autocrítica —hija del falso progresismo— y la contracultura que, desde la Movida Madrileña, no han hecho más que acendrar la ignorancia y la incultura en disciplinas como la Antropología, la Historia o la Economía. Materias todas estas que si se tuviera un somero conocimiento de ellas, ayudarían a comprender la obra de España en América; que todo lo que aconteció allá en el momento de la Conquista fue lo mismo que sucedió y sucedía a todo lo largo de la historia, desde el Neolítico, en los 5 continentes. América incluida. Porque si algo hacían los indígenas americanos antes de la llegada de los españoles era descubrirse, conquistarse, colonizarse, matarse, exterminarse, violarse unos a otros, además de practicar el canibalismo y los sacrificios humanos; como seres humanos que eran; tal y como habían hecho los otros seres en los otros 4 continentes, habiendo superado dicha barbarie la mayoría de ellos por aquella época. Etapa de civilización —o por lo menos de menos barbarie— que se inició con las fundaciones de ciudades a cargo de los hombres y mujeres pintados magistralmente por Adolfo Álvarez Barthe.

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