Yo no soy Sánchez

Por
— P U B L I C I D A D —

Según parece, el presidente del Partido Popular se ha despachado con esta frase en un programa de televisión reciente.

Por supuesto que la mayor parte de los seres humanos son diferentes entre sí. Es más, están sujetos a cambios a lo largo de su vida. Insustanciales a veces porque hay unos rasgos de origen genético y de influencia astral, que marcan las vidas de mucha gente en sus aspectos más básicos. Otros cambios, como el de ser socialista en la juventud y votar al PSOE en una época de su vida, no significa que haya cambiado de actitud. Con un simple cambio de nombre sería suficiente.

Identificar un proyecto político en toda su complejidad con el personalismo, es un rasgo que muestra el sentido caudillista y autocrático de quien lo exhibe sin ningún pudor. Imponer esa idea personal del líder a todos los que dependen de su dedo para seguir en cargos y poltronas, supone una confirmación de la peculiaridad de nuestros partidos políticos creados a la sombra de la Transición en España, donde la primitiva Alianza Popular tuvo que actuar en forma lampedusiana (cambiar algo para que todo siga igual) para cambiar el “logo” y la imagen. La sucesión de secretarios generales variopintos o presidentes más tarde, indica los aparentes cambios de rumbo de la formación de “derechas” que se nutriría de los restos del naufragio provocado de UCD, al igual que el PSOE haría lo mismo.

¿Qué ocurría en ese bipartidismo o “turnismo” previamente diseñado por USA para el cambio aparente de régimen? Que ambos partidos PSOE y PP pasaron a formar parte del utilitarismo socialdemócrata impuesto para Europa, que se identificaba con un “centro” político inexistente. Ambos estaban a las órdenes del imperialismo americano y sujetos a sus intereses y decisiones, con la única diferencia del “logo” y la camiseta, al igual que los partidos del resto de países europeos, donde los viejos lemas e ideales socialistas, democratacristianos o comunistas, se extinguían ante la nueva y pragmática realidad. La política dejó de proceder de la soberanía nacional para ser capturada por siglas y gentes de carácter más práctico: su carrera personal (salvo muchas excepciones que se marcharon asqueadas).

Y llegaron las nuevas modas impuestas desde el imperio “anglo” a sus colonias europeas a las que ya nos hemos referido ampliamente, debidamente diseñadas para ampliar espacios de poder estratégico y económico, revestidas de “buenas intenciones”. Esto serviría para dotar a la nuevas izquierdas y derechas serviles al capitalismo, de “causas” por las que luchar (aunque fueran impostadas) y surgieron las segundas marcas con nombres más o menos estrambóticos para no ser identificadas por los electores, como arbotantes que sujetan la decrepitud ideológica partidaria confundida en un pensamiento único.

Se crearon escuelas, fundaciones y organizaciones, como “cantera” de cargos futuros sujetos a doctrinas estrafalarias. A todos los niveles. Desde los más altos de carácter supranacional, hasta los de carácter nacional. Todos en la misma vía de pensamiento global mesiánico, que destruiría y formaría el caos inicialmente, para dar paso después a los supuestos “salvadores”: “No tendréis nada pero seréis felices”. Esta “cosificación” de los seres humanos dejando fuera su carácter de humanidad, sus libertades y derechos personales que les hacen trascender lo puramente biológico, era el gran paso a dar.

Y todos, con independencia de sus siglas (salvo excepción) fueron cómplices de lo que ya empezaron a ser experimentos sociales de carácter global. Los seres humanos fueron amedrentados, sometidos y hasta convencidos de su maldad genuina sólo por nacer, de la que precisaban arrepentirse……¿cómo? perdiendo lo conseguido para ser cambiado por nuevos juguetes y banalidades que sustituían principios y valores, mantenidos con una propaganda continua.

En España, el experimento de las llamadas “autonomías” llevaría a través de la confusión jurídica a la práctica ruptura o fragmentación de la nación y -lo más grave- a la ruptura social entre los creyentes de las nuevas religiones y dogmas y los racionalistas ilustrados que las cuestionan. Una ruptura que se ha llevado por delante familias (otro objetivo importante), relaciones sociales, lengua común e intereses nacionales, con unas u otras excusas. Pero, sobre todo, se ha debilitado, agrietado y destruido los cimientos sobre los que se edificó el Renacimiento, el Siglo de Oro, la Ilustración o las instituciones públicas.

Por ello, la frase del Sr, Feijóo como portavoz personal de todo un partido lleno de matices, de luces y sombras ideológicas y millones de votantes, no deja de ser insignificante políticamente, sino que muestra además lo contrario: su semejanza con la forma de actuar del Sr. Sánchez. Su permanente intento de seguir sus pasos autocráticos y “cesaristas” (Spengler) como mera sombra del original. De ahí su constante cesión de “mano tendida”, de pactos en la mayor parte de las cosas (probablemente para hacer méritos ante los amos), de tiros en el propio pie (como ocurrió con el Tribunal Constitucional) sorprendentes en un partido de verdadera oposición.

Pero todo ese “retablo de las maravillas”, en el que se puede defender una cosa y la contraria, cala menos en las gentes que despiertan de su letargo bajo las sombras chinescas, para empezar a darse cuenta de su realidad de cada día. Y se apartan de la política partidaria trufada de intereses ajenos a los suyos, con una abstención creciente o intentando con su modesto voto cambiar las cosas. En el 15 M se cantaba: “lo llaman democracia y no lo es”. Es peor, es el “despotismo democrático” anunciado por Tocqueville en su “Democracia en América”. El abuso del adjetivo “democrático” viene a demostrar todo lo contrario. Ahí está el anuncio del nuevo proyecto del PSOE de “calidad democrática” para demostrarlo, ante una sociedad creyente y dócil.

2 Comentarios

  1. Totalmente de acuerdo con su exposición. La situación que estamos viviendo estaba ya orquestada desde hace décadas y estos personajes que ejercen de políticos la han llevado a rajatabla.
    Comparto su análisis al cien por cien.

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